EL IMPERIO Y LOS HARAPOS (SLAVICH-MERIGGI)

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Hay una tensa calma entre el Imperio y el pueblo de los Harapos. Quizás por eso, la vigilancia se ha vuelto más relajada. Quizás por eso, no vieron venir ese ataque que no era más que un gesto desafiante. Este incidente, que por sí solo ya era malo, se suma a otro sufrido por Lao, el emperador: el mal que aqueja a los hombres de su familia se ha despertado. Sus miembros estallarán uno por uno y no será capaz de dirigir sus ejércitos. Es necesario nombrar a un sucesor. Pero entre sus hijos, ¿quién es lo suficientemente digno? Rov, el mayor, vive envuelto en sedas y poemas, casi femenino. Nadie lo respetaría. Así que lo encierra entre criminales para hacerlo desaparecer de la escena política. También están los mellizos, Wal y Mar. Pero el poder no se divide y solo uno de ellos será el sucesor. Para elegirlo, se nombran representantes que lucharán a muerte. El ganador convertirá en sucesor al niño que lo eligió. El otro deberá morir. El destino, siempre burlándose de los planes del hombre, ha elegido dos hermanos para luchar en nombre de los mellizos. Y uno de ellos, antes de matar al otro, se quitará la vida, en medio del combate. El resultado es que Mar sucederá a Lao. Wal debe morir. Pero el destino, otra vez, interviene. El soldado que lo ejecutará es emboscado y Wal es llevado ante «El tuerto», líder del pueblo Harapo. Ve al niño y lo nombra su sucesor para el caso en que él muera.
Cada uno de los hermanos crecerá con la consigna de brindarle lo mejor a su pueblo, de ser justos. Cada muerte del enemigo les duele como propia. Solo al final, dejando atrás las intrigas de palacio y los prejuicios de la piel, que se reencontrarán en un abrazo que unirá ambos pueblos. Y el destino hará su última intervención, inmortalizando ese abrazo bajo una erupción de lava, creando un monumento para recordarles a los hombres que sin las riquezas, bajo la piel, todos son iguales.